martes, 28 de noviembre de 2017

El separatismo y la extrema izquierda, nuevamente, contra la unidad de España
Frente a los antiespañoles multitud de banderas españolas ondean en los balcones y ventanas de Gijón y de toda España

En octubre de 1934 se producía el golpe de Estado auspiciado por la extrema izquierda (socialistas y anarquistas, con la colaboración de los comunistas) contra la legalidad entonces vigente y, en especial, contra el Gobierno legítimo compuesto por los centristas del Partido Radical y la derecha católica de la CEDA.

Al mismo tiempo, los separatistas catalanes de la Izquierda Republicana de Cataluña llevaban a cabo otra acción golpista circunscrita al territorio regional que pretendía la separación más o menos total de Cataluña respecto del resto de España.

Ambas intentonas golpistas no estaban coordinadas pero a nadie le pareció extraño que la extrema izquierda y los separatistas confluyeran en sus respectivas rebeliones antidemocráticas.

Han pasado más de 80 años desde entonces y como no hay nada nuevo bajo el sol, la extrema izquierda (ahora representada por los dos partidos comunistas que tenemos en España y por una parte del socialista que odia a su propia Nación) y el separatismo catalán vuelven a atentar contra la legalidad vigente y a intentar romper la unidad de España mediante la ejecución de un golpe de Estado “institucional”: los separatistas proclamando la independencia de forma descarada y la extrema izquierda de forma más sutil “comprendiéndolos” y alentando un inexistente “derecho a la autodeterminación” que únicamente se podría aplicar a territorios colonizados, lo que no es el caso.

Sin embargo, la respuesta clara del pueblo español, al que han secundado políticos y magistrados, ha sido ejemplar. En toda España los balcones, las ventanas, las tiendas y los lugares más inverosímiles están llenos de banderas nacionales mostrando la clara voluntad de la inmensa mayoría de los españoles que queremos seguir viviendo en una Patria unida, grande y libre.

Porque España es una realidad histórica, social, política, religiosa y económica que tiene siglos de existencia, que es un bien social y que no se puede ni se debe romper por la ignorancia, la maldad, la intolerancia, la xenofobia y las mentiras de unos pocos.