miércoles, 28 de mayo de 2014

Un socavón menos en Gijón
Un “espectáculo” cutre y deleznable que nos avergonzó durante varios días

Por fin, Gijón vuelve a ser una ciudad donde la dignidad de la persona es menos agredida por ese espéctaculo soez y cutre que se había instalado en nuestra Villa desde hacía unos días y que se caracterizaba por su vulgaridad y chabacanería. Ahora que ya se marchó el bochornoso “espectáculo” es el momento de opinar sobre él.


La zona que ocupan hoy en día el Parque de Isabel La Católica, el Kilometrín, el Parque de los Deportistas Hermanos Castro (dedicado a los futbolistas del Sporting Quini y Jesús Castro, no a los dictadores comunistas cubanos) y la Feria de Muestras de Asturias fue rellenada, urbanizada y ajardinada, gracias al concejal tradicionalista gijonés Don Rufino Menéndez, en las décadas de 1940-1950. Anteriormente, la zona era una ciénaga inmunda, un humedal pantanoso, lleno de parásitos y aguas estancadas y putrefactas.

Durante estos últimos días, el Parque de los Hermanos Castro recuperó la hediondez de antaño con un “espectáculo” dirigido a personas con un nivel sensibilidad moral, intelectual y social mínimo. Un “humor” chabacano, grosero y soez. Una exaltación de las más absurdas e inmorales desviaciones de la sexualidad humana y de los instintos más bajos. Basta ver las fotografías aparecidas en la prensa local o los carteles que llevan afeando nuestra ciudad en lugares tan emblemáticos como el Paseo de Begoña. Carteles que no son apropiados para ningún público mínimamente sensible e inteligente, pero que son especialmente repulsivos para los más pequeños y que llevan más de dos meses ensuciando nuestra ciudad sin que nadie se haya atrevido a decir lo evidente: que son una porquería, una indecencia y que no debería permitirse su exhibición ya que hay que proteger a la infancia y a la juventud.

Cualquier parecido que se pueda encontrar en este “espectáculo” con algo bueno, bello, amable o inteligente es pura coincidencia. Evidentemente, los que fueron al cenagal no lo hacían después de un proceso de reflexión profunda y así lo confirman unos precios, que según la prensa local oscilan entre 15 y 50 € y que no son especialmente baratos. Pero los que fueron los pagaron sin dudar dejándose guiar más por sus instintos primarios que por su intelecto. Es lo que pasa cuando uno se deja arrastrar por guías ciegos.

Afortunadamente este claro ejemplo de lo que es la “cultura” progresista ya se fue. De todas maneras sabemos que los socavones de ambiente prostibulario y nihilismo radical siguen pululando por las televisiones y en otros “espectáculos” semejantes en los que la inmoralidad, la fealdad y la promiscuidad son sus señas de identidad.

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