Un socavón menos en Gijón
Un “espectáculo” cutre y deleznable que
nos avergonzó durante varios días
Por fin, Gijón vuelve a ser una
ciudad donde la dignidad de la persona es menos agredida por ese espéctaculo
soez y cutre que se había instalado en nuestra Villa desde hacía unos días y
que se caracterizaba por su vulgaridad y chabacanería. Ahora que ya
se marchó el bochornoso “espectáculo” es el momento de opinar sobre él.
La zona que ocupan hoy en día el
Parque de Isabel La Católica ,
el Kilometrín, el Parque de los Deportistas Hermanos Castro (dedicado a los
futbolistas del Sporting Quini y Jesús Castro, no a los dictadores comunistas
cubanos) y la Feria
de Muestras de Asturias fue rellenada, urbanizada y ajardinada, gracias al
concejal tradicionalista gijonés Don Rufino Menéndez, en las décadas de 1940-1950.
Anteriormente, la zona era una ciénaga inmunda, un humedal pantanoso, lleno de parásitos
y aguas estancadas y putrefactas.
Durante estos últimos días, el
Parque de los Hermanos Castro recuperó la hediondez de antaño con un
“espectáculo” dirigido a personas con un nivel sensibilidad moral, intelectual y
social mínimo. Un “humor” chabacano, grosero y soez. Una exaltación de las más
absurdas e inmorales desviaciones de la sexualidad humana y de los instintos más
bajos. Basta ver las fotografías aparecidas en la prensa local o los carteles
que llevan afeando nuestra ciudad en lugares tan emblemáticos como el Paseo de
Begoña. Carteles que no son apropiados para ningún público mínimamente sensible
e inteligente, pero que son especialmente repulsivos para los más pequeños y
que llevan más de dos meses ensuciando nuestra ciudad sin que nadie se haya
atrevido a decir lo evidente: que son una porquería, una indecencia y que no
debería permitirse su exhibición ya que hay que proteger a la infancia y a la
juventud.
Cualquier parecido que se pueda
encontrar en este “espectáculo” con algo bueno, bello, amable o inteligente es
pura coincidencia. Evidentemente, los que fueron al cenagal no lo hacían
después de un proceso de reflexión profunda y así lo confirman unos precios,
que según la prensa local oscilan entre 15 y 50 € y que no son especialmente
baratos. Pero los que fueron los pagaron sin dudar dejándose guiar más por sus
instintos primarios que por su intelecto. Es lo que pasa cuando uno se deja arrastrar por guías ciegos.
Afortunadamente este claro
ejemplo de lo que es la “cultura” progresista ya se fue. De todas maneras sabemos
que los socavones de ambiente prostibulario y nihilismo radical siguen
pululando por las televisiones y en otros “espectáculos” semejantes en los que la
inmoralidad, la fealdad y la promiscuidad son sus señas de identidad.
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