La ridícula fascinación de la
izquierda por sustituir lo tradicional por sus “modernas” ocurrencias
O cómo en Oviedo quisieron llamar
Avenida de Francia a la Calle
de Uría y cómo en Gijón quisieron llamar Avenida de Rusia a la Calle Corrida
La calle principal de Oviedo
desde finales del siglo XIX es la
Calle de Uría, llamada así en honor del político que impulsó
muchas e importantes obras públicas en el Principado de Asturias.
En 1918, el Ayuntamiento de
Oviedo dominado por reformistas, republicanos y socialistas; es decir, la
izquierda progresista de la época, quiso imponer lo que ellos consideraban la “modernidad”
y celebrar, de paso, la victoria de Francia (más bien de lo que ellos
consideraban la Francia
revolucionaria idealizada por la izquierda en España) en la
Gran Guerra de 1914-1918. Para ello,
decidió cambiar el nombre de la
Calle de Uría por el de Avenida de Francia. Semejante
decisión provocó la inmediata repulsa de los vecinos ovetenses que se
manifestaron contra tamaña estupidez y tamaña injusticia. La izquierda ovetense tuvo que desechar su
idea.
En 1937, después de que el
Alzamiento Nacional no hubiera triunfado en Gijón, los dirigentes rojos de la
ciudad, especialmente los comunistas, quisieron cambiar el nombre de la Calle Corrida , la principal de
Gijón, y denominarla Avenida de Rusia en honor a la dictadura totalitaria
soviética que estaba entonces sometida a la bota del dictador genocida Stalin.
Dicha propuesta no prosperó y, gracias a Dios, Gijón fue liberado en pocos
meses. Así, con la entrada de las Tropas Nacionales la Calle Corrida mantuvo su nombre
popular y tradicional sin temer una nueva iniciativa de cambio.
Ambos ejemplos reflejan tres
constantes de la izquierda en España:
- Por un lado, el apoyo a las dictaduras y a los golpes de estado si éstos son realizados por la izquierda.
- En segundo lugar, el poco aprecio que tienen por nuestra Patria y por nuestros compatriotas ilustres (sobre todo, si no son de su ideología), así como la ridícula fascinación que siente por lo extranjero.
- Y finalmente, la inmensa capacidad para promover estupideces y payasadas que sólo consiguen dividir a los españoles y hacernos perder el tiempo.
Quizás así podamos comprender la
tendencia de la izquierda actual, tan creativa como la de antaño, por
mortificarnos con sus ocurrencias.
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